By Joshua Tapia Atilano
Velocidad de propagación de las ondas de presión en un medio cualquiera. Adopta la denominación de velocidad del sonido porque la propagación de un sonido en un material es el fenómeno más claro y fácilmente perceptible de todos los de tipo vibratorio.
El valor más conocido de la velocidad del sonido es el referido a la propagación de una onda en el aire en condiciones estándar y corresponde a 342 m/s (unos 1.230 km/h). Para la propagación en otros medios se tienen valores muy variables: 1.461 m/s (5.260 km/h) en el agua, 5.000 m/s (18.000 km/h) en el acero y 30-70 m/s (100-150 km/h) en el caucho.
La velocidad de propagación de las ondas de presión posee una importancia fundamental en el estudio de los fenómenos de resonancia en los colectores de los motores alternativos y depende de las características del medio. En el caso de un gas, por ejemplo, la mezcla carburada en el colector de admisión o los gases quemados en los de escape, depende de su densidad y de la presión a que se encuentran.
La moderación de la velocidad de un vehículo se hace especialmente necesaria en las vías.de zonas urbanas, donde debe indicarse la misma en todas sus entradas, así como en las travesías de vías interurbanas. Más generalmente, las reglamentaciones de los diversos países, expresadas de distintas maneras según su Código de Circulación, tienden a que los conductores sean dueños, en todo momento, de sus vehículos. En especial, aparte de las indicaciones hechas anteriormente, es necesario que el conductor modere la marcha e incluso en algunos casos se detenga: en las aglomeraciones y en las zonas de tráfico complejo; en los caminos con viviendas próximas a los márgenes; al acercarse a animales que se desplacen por vías de circulación; en las zonas de vías públicas con cruces, estrechamientos y pasos a nivel; en las proximidades de curvas o cambios de rasante que limiten o impidan la visibilidad; en la circulación nocturna en general, sobre todo al cruzarse con otros vehículos; en la circulación por zonas con firme o superficie de rodadura mojados o en mal estado de conservación o limpieza, donde pueda salpicarse o proyectar partículas contra los demás vehículos o peatones, y en el tránsito con niebla densa o lluvia copiosa. Estas normas tienden a evitar posibles accidentes y perjuicios o molestias a los demás usuarios. La autoridad competente suele establecer normas adicionales cuando concurren circunstancias especiales, como los límites generales de velocidad fijados en los años setenta en muchos países, especialmente europeos, para conseguir un cierto ahorro energético.
Para comprobar la observancia de los límites de velocidad, los agentes de tráfico proceden a la determinación de la misma en la circulación normal. Los métodos de control son muy variados y, entre los más frecuentes, pueden incluirse: los detectores y registradores que emplean sistemas de radar; el seguimiento de un vehículo con registro fotográfico de la placa de matrícula del mismo, junto con la fecha y hora de la toma, además de la indicación correspondiente al velocímetro del vehículo seguidor (un perfeccionamiento con La velocidad máxima de un vehículo a motor se alcanza en el régimen en que la curva de la potencia corta a la de la resistencia total. Esta última curva puede dibujarse en función del número de revoluciones del motor, si se conocen la relación de transmisión y la circunferencia de rodadura de los neumáticos.
Este último sistema se compone de 2 cables situados sobre la calzada, en dirección perpendicular al eje de la misma y separados unos 2 m, así como de un aparato registrador, calibrado según la medida del límite que se desea que sea respetado. Al circular sobre los cables, cada vehículo transmite 2 impulsos que son convertidos en equivalencia de velocidad por el registrador, demostrando el cumplimiento o no del límite fijado. Naturalmente, el sistema necesita un complemento (fotográfico, de agente, etc.) para la identificación del vehículo y presenta ciertas complicaciones en el caso de vías con muchos carriles de circulación.
Magnitud física que expresa la rapidez con que se desplaza un objeto, móvil con relación a un sistema de referencia, por medio de la relación entre el espacio recorrido y el tiempo empleado.
Cuando el tiempo considerado posee una dimensión finita (por ejemplo, una hora, un segundo, etc.), el valor de la relación considerada corresponde a la velocidad media de dicho objeto en determinado tramo. En términos prácticos, la velocidad media es aquella a que debería moverse el objeto (durante el tiempo considerado) si su velocidad fuese rigurosamente constante durante todo el recorrido. Simbólicamente, la velocidad media se expresa como Vm=As/At, donde As y Ai son, respectivamente, los intervalos de espacio y tiempo considerados.
Si se trata de espacios cada vez más pequeños, que tiendan a cero, se tiene una aproximación cada vez más exacta de la velocidad en un determinado punto. Con este procedimiento, al que analíticamente le corresponde el límite del cociente (denominado derivada), se llega a la definición de velocidad instantánea; es decir: Vi=ds/dt, donde ds y dt son, respectivamente, los intervalos infinitesimales de espacio y tiempo.
En los vehículos, la velocidad instantánea viene indicada por un instrumento adecuado, el velocímetro, cuya escala suele hallarse graduada en km/h.
Entre las características de marcha por carretera, una de las prestaciones que posee especial importancia es el valor de la velocidad máxima. Ésta depende de la potencia del motor, de la suma de resistencias (aerodinámica, mecánica y de rodadura) y de la relación de transmisión, y corresponde a la condición de equilibrio en la que la suma de las resistencias iguala la potencia suministrada por el motor.
Dicha situación de equilibrio se cumple normalmente a un régimen próximo al de potencia máxima, siendo frecuentemente algo superior a éste. Por este motivo, a la velocidad máxima corresponde un estado de gran solicitación de todas las piezas mecánicas y, por tanto, la velocidad de crucero aconsejada es normalmente inferior.
En el caso de vehículos para velocidades muy altas, como los de récord, la velocidad máxima tiene su límite (por encima de las Potencias instaladas) en la posibilidad de transmitir al suelo la fuerza necesaria para vencer la resistencia aerodinámica que, a grandes velocidades, es muy alta. Este límite se deja notar aún más para las condiciones particulares del recorrido sobre el que habitualmente se desarrollan las pruebas de velocidad pura, por lo que puede suceder que no toda la potencia pueda ser utilizada, ya que solamente se obtendría un deslizamiento de las ruedas y no un incremento de velocidad. Para superar esta desventaja, se recurrió a la tracción total y, a veces, a la adopción de más ejes motores (vehículos de 6 ruedas, de ellas 4 motrices).
Actualmente, con la propulsión a reacción no existen prácticamente límites al incremento de velocidad para vehículos terrestres, a no ser los que obedecen a la exigencia de mantener una estabilidad suficiente y un determinado contacto con el suelo.
El término velocidad se emplea en el lenguaje corriente, alternativamente con el de marcha, para indicar cada una de las relaciones del cambio.